La ciencia ficción nos ha ofrecido una plétora de visiones futuristas, muchas de las cuales plantean escenarios en los que las máquinas son tan avanzadas que los humanos nos volvemos prescindibles. >> Aunque hay muchas pruebas en las que las máquinas son mejores que nosotros, hay muchas otras en las que no vemos que las máquinas puedan llegar a estar cerca de nuestras habilidades. Finalmente, no nos sirve de mucho tener una máquina que se comporte exactamente como un humano, teniendo tantos miles de millones en nuestro planeta. [MÚSICA] Es cierto que cada vez somos más dependientes de nuestra tecnología, pero más que tender hacia una dominación de las máquinas, nos estamos inclinando hacia una simbiosis, donde podemos ampliar nuestras capacidades gracias a nuestra tecnología, pero a su vez, nuestra tecnología requiere de nuestras habilidades para poder persistir. De hecho, en algunas obras de ciencia ficción, las máquinas se salen de control debido a que la lógica con la que fueron programadas es limitada. En general, los sistemas basados en reglas son útiles en contextos cerrados y estacionarios. Otro escenario futurista que se ha planteado es el de la singularidad tecnológica. Se entiende por “singularidad” a un punto en el que las reglas comunes dejan de aplicarse, lo cual impide la predicción de lo que suceda después. Una de las formulaciones de esta idea se dio en 1958, en una conversación entre Stanislaw Ulam y John von Neumann. Notando la celebración del progreso tecnológico y los cambios que implicaba en la vida humana, parecería que nos aproximaremos a una singularidad; esto se desprende porque, si hacemos un ajuste hiperbólico al progreso de alguna tecnología, en algún momento la curva se va al infinito. Sin embargo, las tendencias en la tecnología no son hiperbólicas, sino cercanas a exponenciales; aunque crece muy rápidamente, nunca se llega a una transición, lo cual se ve claramente si usamos una escala logarítmica. Esa curva se ve más o menos como una recta. En comparación, una curva hiperbólica se ve más o menos así. >> Distintos autores, tales como Ray Kurzweil, han sugerido que la singularidad tecnológica ocurrirá a mediados de este siglo. Uno de los argumentos usados es, de nuevo, una extrapolación de la aceleración exponencial de distintas tecnologías, las cuales alcanzarán un nivel en el que excedan todas las capacidades humanas. Muchas de estas aceleraciones se asocian con la ley de Moore. >> Gordon Moore, cofundador de Intel, publicó en 1965 un artículo donde notaba una tendencia: cada dos años, el número de transistores en un circuito integrado se había duplicado, y predijo que esta tendencia continuaría por lo menos durante otros diez años. Desde entonces, no sólo esta ley se ha mantenido, hasta hace poco, pero se han identificado tendencias similares en velocidades y capacidades de procesamiento, también en almacenamiento, transmisión y otros aspectos de las computadoras. También ha habido reducciones exponenciales, por ejemplo, de costos. Pero las tendencias tienden a cambiar; por ejemplo, una colonia de bacterias, en condiciones ideales, también crece de manera exponencial. Si esta tendencia continúa, en pocos días tendrían una masa mayor a la de nuestro planeta. Sin embargo, esto no sucede, porque se agotan los recursos y la tendencia exponencial cambia. Ya hay indicios de una desaceleración de la ley de Moore. >> En 2015, Moore dijo que su ley terminaría en aproximadamente una década. Hay límites físicos a la miniaturización de los chips y a las velocidades que pueden tener sin derretirse. Algunos límites físicos se han compensando con la paralelización, usando múltiples procesadores, núcleos o GPUs; pero no todos los algoritmos son paralelizables de manera eficiente. >> Más aún, el incremento exponencial en hardware no se ha traducido en un incremento, ni siquiera lineal, en software. Como ya lo notó Turing en 1950, no es factible programar desde cero la inteligencia de nivel humano, esto es independiente de la velocidad y la memoria de las computadoras; es simplemente una complejidad muy alta. Las técnicas de aprendizaje automatizado y cómputo evolutivo, eliminan la necesidad de programar soluciones de una manera explícita, pero todavía no hay ejemplos en los que estas herramientas produzcan algo más complejo que ellas mismas. Resumiendo, además del entusiasmo de algunas personas, no hay muchos indicios de que se llegue a dar una singularidad tecnológica, después de la cual, las máquinas sean más inteligentes que los humanos, puedan mejorarse a sí mismas cada vez más rápido, y nos volvamos prescindibles. >> En el contexto de una integración entre humanos y máquinas, la idea de los cyborgs también ha sido popular en ciencia ficción. Ha habido avances e inversiones en el desarrollo de interfaces directas entre el sistema nervioso y dispositivos electrónicos. >> Esto no es trivial, porque a las neuronas no les gusta mucho el metal; pero no es necesario tener una conexión directa a las neuronas, ya que tenemos una amplia diversidad y cantidad de sensores. En uno de los primeros ejemplos de sustitución sensorial, a finales de los años 60, Paul Bach-y-Rita y sus colegas mostraron que personas ciegas podían ver con un dispositivo que conectaba 400 pixeles de una cámara con una placa con estimuladores táctiles, que se ajustaban de acuerdo a la intensidad luminosa de cada pixel; de esta manera, se puede ver con la espalda. Más recientemente, se ha comercializado esta idea, pero en lugar de estimular la espalda o el pecho, se estimula la lengua, donde hay una alta densidad de sensores táctiles. Esta asistencia sensorial no requiere de cirugías, y también se ha usado con éxito con gente que ha perdido su sentido del equilibrio. ¿Para qué conectar con cirugía un cable o un chip que probablemente el cuerpo rechace, si tenemos la capacidad de conectarnos con nuestros sensores naturales? Ya lo hacemos: el ancho de banda del nervio óptico en humanos es de entre 6 y 10 megabits por segundo. >> El concepto de la “mente extendida” fue propuesto por David Chalmers y Andy Clark. En su libro Cyborgs nacidos naturalmente, Andy Clark sostiene los argumentos a favor de la mente extendida para decir que ya somos cyborgs. La diferencia entre nuestros ancestros paleolíticos y nuestra generación no está a nivel biológico, sino a nivel de integración que hemos logrado con nuestra tecnología para aumentar nuestras capacidades cognitivas. En este sentido, ya estamos viviendo el futuro y todos somos cyborgs. [MÚSICA] [MÚSICA]